10.28.2009

Soledad (Con Maria Rita)



Éjele éjele... Buenas noches, extraño (o extraña) pero entrañable lector (o lectora). ¿Cómo se encuentra usted en esta amable noche del mes que vio nacer a Ruso, fría como el tren y negra como el mismo tren? Si usted está, no está bien, bien podría estarlo o quiere serlo pero está cabrón, ya somos dos.

Habiendo roto el hielo, quiero hacerlo cómplice involuntario de uno de los acontecimientos más relevantes que tendremos por aquí. Después de un tiempo de reunir lo que se necesita y escribir la asombrosa cantidad de cuatro (4) entradas en éste su blog que es mío, creo que ya hay yarboclos virtuales como para abrir un poco este corazón acartonado y sacar los toros al ruedo.

Hace poco perdí una buena parte de mí. Perdí un brazo izquierdo, perdí mi nariz. Perdí un ojo, ya no recuerdo cuál. Perdí los dos.

Y lo mejor es que me siguen sin parar.

Puedo oler la tierra cuando llueven lágrimas sobre de ella. Puedo ver el agua encharcarse, y si me agacho lo suficiente, pareciera que nada de ella se escurre entre mis dedos cuando extiendo mis palmas y espero que la punta de mis dedos llegue h as t a . . .

Por favor, llévenselo todo. Ya no lo tengo ahí, ya no lo quiero sentir. Si le sirve a alguien, que le sirva lejos de mí. Si lo quieren todos, si lo quiere nadie, que lo tenga. Llévenlo lejos de mi.


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